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  Memorias medioambientales
 
 

LATINOAMÉRICA
Memorias medioambientales

En su libro Naufragios, Álvar Núñez Cabeza de Vaca dejó un singular testimonio de nuestra región en el siglo XVI. Cabeza de Vaca, que de 1527 a 1536 vivió con aborígenes de las actuales Texas, Nuevo México, Arizona, Chihuahua y Sonora, -y por cierto, poco importa ahora si fue su esclavo u oficiaba entre ellos como curandero o comerciante-, describe tierras firmes donde crecen grandes árboles y montes claros, donde hay muchas lagunas claras, grandes y pequeñas, y muy buenos pastos para ganado.

 Tapir amazónico

 La fauna americana en franco peligro. En la foto el tapir amazónico

Los densos maizales y los animales también llamaron su atención, al punto de pasmarse con los marsupiales: "Un animal, escribió, que trae los hijos en una bolsa que en la barriga tiene; y todo el tiempo que son pequeños los trae allí, hasta que saben buscar de comer; y si acaso están fuera buscando de comer, y acude gente, la madre no huye hasta que los ha recogido en su bolsa".

Si el cronista peninsular hubiera sabido que 470 años después, árboles de 15 años se cortan para fabricar 700 bolsas de superpermercado; que cada habitante de Ciudad de México respira 279 microgramos de humo, hollín, polvo y líquido en cada metro cúbico de aire; y que otras megaciudades de la región producen al día miles de toneladas de desperdicios (que por lo común se depositan en basureros abiertos), y decenas de metros cúbicos de aguas residuales por segundo, lo matarían del asombro o la tristeza.

El hombre actual debía experimentar vergüenza, por los paraísos perdidos, los dejados arrebatar, y los muchos que todavía se siguen arruinando.Aún tenemos un edén

En la inmensidad de sus 18 millones de kilómetros cuadrados, Sudamérica ostenta una de las áreas de mayor riqueza biológica del planeta.

Buque en el río Amazonas
El Amazonas sufre los efectos de la contaminación

Dueña de las mayores reservas mundiales de tierra cultivable y con casi la mitad de su territorio cubierta por bosques, de acuerdo a la Oficina Regional de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN), por sus siglas en inglés, tiene además gran diversidad de ecosistemas, más del 40 por ciento de las especies de plantas y animales del planeta, casi el 25 por ciento de todos los bosques, y el 27 por ciento de las fuentes renovables de agua dulce.

De hecho, cinco de sus países clasifican entre los de mayor biodiversidad del orbe, como Colombia, que aunque ocupa tan solo el 0,77 por ciento de la superficie global, alberga al 10 por ciento del total de las especies animales y vegetales, luego el potencial económico regional, dice Naciones Unidas, es incalculable. En el Amazonas, pongamos por caso, unas mil especies de plantas son comercializables, y dos variedades nuevas de tomate halladas en Perú en 1960 han generado entradas por cinco millones de dólares cada año.

Pero más allá de que en general las riquezas no se destinan a revertir la situación de los más de 220 millones de pobres que habitan Nuestra América, el ritmo de sobreexplotación que sufren esos recursos por corporaciones de toda índole y por traficantes de cualquier calaña es tan feroz, que muchas pueden esfumarse. Así, los expertos calculan que en unas cuatro décadas, cerca de 40 mil especies animales y vegetales desaparecerán de la faz del continente.Animales y sequías

La abundante biodiversidad ya referida merma a niveles tan pasmosos, que en lo que respecta a los animales amenazados de extinción, el PNUMA asegura que América Latina y el Caribe es la segunda zona del planeta, con un total de mil 244 especies en peligro.

A ese respecto, solamente en Brasil, el número de aves en riesgo lo ubica en segundo lugar planetario. Con 64 especies cada uno, Colombia y Perú comparten un quinto puesto, mientras en Argentina tal contingencia atrapa a más del 50 por ciento de las aves y los mamíferos, y en Chile a 51 de cada cien vivíparos, a 58 de cada centenar de reptiles y al cien por ciento de los peces.

Del mismo modo se encuentran amenazadas numerosas especies vegetales, y pende de un hilo la propia supervivencia de la selva amazónica, cuya extensión se reparte entre ocho países sudamericanos (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela), firmantes todos de un Pacto Amazónico que ratifica no solo la soberanía de esas naciones sobre la región, sino además los términos de un trabajo conjunto que asegure el desarrollo sustentable y la preservación de sus riquezas y diversidad.

Conviene recordar que esa, la selva tropical más extensa del mundo, no por gusto es llamada pulmón del planeta y considerada la gran reserva verde, y a su biodiversidad y riqueza en minerales y en petróleo, hay que añadir el mayor yacimiento de tungsteno del orbe.

Para la especialista en geopolítica y biodiversidad, Elsa Bruzzone, Brasil cometió un grave error al entregar a corporaciones extranjeras (madereras y de otro tipo) concesiones a 40 años, porque de hecho "la posibilidad de ejercer el control, de ratificar la soberanía y preservar los recursos llevándolos a un desarrollo sustentable, es absolutamente una falacia". Añade que en ese tiempo "las empresas van a tener poder de vida y de muerte, se van a llevar hasta el último árbol, van a destruir hasta el último animal y expulsar hasta el último habitante de los pueblos originarios y van a dejar todo devastado".

No es dramatismo vano, en la Amazonía hay lagunas y ríos totalmente contaminados cuyas especies están muriendo.

Mientras, las sequías, las lluvias y el deshielo auguran otros desastres. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas (IPPC, también por sus siglas en inglés) advierte que las primeras se extremarán —sobre todo en zonas que habitualmente no gozan de buenos índices pluviales—, las segundas también y muy en especial en las regiones más húmedas, y sobre el último evento avisan que los glaciares desaparecerán y los recursos hídricos mermarán entre 10 y el 30 por ciento en las latitudes medias y en el trópico húmedo.

En consecuencia, estiman que entre 60 y 150 millones de personas les resultará difícil acceder al agua potable y por lo tanto las condiciones sanitarias empeorarán, favoreciendo el desarrollo del dengue, la malaria y otras enfermedades.

Como bien decía una fuente de las consultadas, la vieja idea de un continente con enormes y extensas áreas naturales, muchas de ellas vírgenes, y casi sin contaminación, ya no es cierta.La Pacha Mama

Desechos sódidos

El exceso y mal manejo de los desechos afectan las urbes latinoamericanas

Otra cuestión de gran impacto es la erosión, que degrada a 170 mil millones de hectáreas en América del Sur y que es especialmente alarmante en Mesoamérica (América Central y México), donde el deterioro alcanza al 26 por ciento de las tierras.

En América Latina y el Caribe, precisa el PNUMA, las pérdidas por esa razón totalizan mil millones de dólares al año, y si a ellas sumamos los daños provocados por la sequía, la suma trepa a cuatro mil 800 millones en igual período. En un reciente informe, el organismo de ONU agrega que solo entre 1980 y 1990 fueron consumidas 61 millones de hectáreas de bosques —cerca del seis por ciento del total— y entre 1990 y 1995 la pérdida anual llegó a 5,8 millones de hectáreas.

Y del millón de kilómetros cuadrados de tierras cultivables que cubría la selva Atlántica de Brasil, solo queda el cuatro por ciento. Día a día, pues, la sobreexplotación y expansión de las fronteras agrícolas y de las ciudades, literalmente se tragan a la Pacha Mama.

Esta situación influye en otras, porque la naturaleza es una cadena y no pocas veces los humanos, para restituir un eslabón perdido, dilapidan otros, tan o más vitales. Tanto es así, que respecto a los bosques el PNUMA constató que, principalmente como resultado de su conversión en tierras agrícolas, entre 1999 y 2005 se perdieron en América Latina y el Caribe, 64 millones de hectáreas boscosas.

Otros funestos impactos son fácilmente constatados en los rincones más apartados: la caza furtiva, la captura y tráfico ilegal de fauna y flora -el segundo negocio más lucrativo después del narcotráfico- y la desaparición de áreas silvestres por el avance de las fronteras agropecuarias, por obras de infraestructura o la urbanización.Situación en las ciudades

Bosque devastado por la tala indiscriminada
La tala de árboles está asfixiando al pulmón del planeta

Como es lógico, las calamidades que desatan la destrucción de los recursos forestales, la pérdida de biodiversidad, la contaminación y el agotamiento de los mantos acuíferos, entre otros muchos, castigan no solo al medio rural, de manera que las ciudades, y más decisivamente las megaciudades, también sufren lo suyo.

El propio PNUMA menciona que otro quebranto de creciente gravedad es la urbanización desenfrenada. El deterioro ha sido muy fuerte en casi todas en los últimos decenios, en especial por la proliferación de residuos sólidos, los malos sistemas de manejo de basuras y otros residuales, las dificultades para usar los afluentes, y la polución, un asunto que repercute en la salud de la ciudadanía, en especial de sus sectores más frágiles, los niños y los ancianos.

Por otra parte, cada día se suman nuevos organismos y organizaciones especializadas a los alertas respecto a que la pobreza de las mayorías por una parte, y el consumo excesivo de una minoría por otra, también abonan el deterioro del ambiente en la región.

Todo esto, claro está, significa una mayor degradación de la diversidad biológica, algo esencial para contrarrestar los múltiples efectos negativos que acarrea el cambio climático.

Aunque 27 gobiernos latinoamericanos han ratificado el protocolo de Kioto y algunos de ellos han desarrollado estrategias específicas para mitigar los problemas que ya están provocando las transformaciones climáticas, la mayor parte de la región no dispone de planes de acción a medio y largo plazo.

De modo que no es difícil constatar que salvo contadas excepciones, las decisiones en materia medioambiental son relegadas a un segundo e incluso un tercer plano.

Lo terrible es que las destructivas consecuencias del calentamiento global se harán sentir primero y más dramáticamente -de hecho ya han golpeado con rigor- en los países pobres, que resultan los más vulnerables, tanto en términos económicos como sociales. Y, no lo olvidemos, ello se traducirá en superiores índices de pobreza, más insalubridad y mayor subdesarrollo.

De manera que hacerse de la vista gorda ante el deber de aminorar o enfrentar los efectos del cambio climático en Nuestra América es, por sobre todo, un suicidio.

 

 

 

(23 de enero de 2008)

Lo que va de ayer a hoy en un fenómeno que avanza: la degradación

 
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